PrismaExtraordinaria iniciativa filantrópica
Enrique Valiente Noailles
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Warren Buffett, Bill y Melinda Gates se encuentran actualmente embarcados en una nueva tarea ( givingpledge.org ). Están invitando a sus pares, cientos de los principales millonarios norteamericanos, a que donen por lo menos la mitad de su fortuna para la filantropía. Para ello, estos supermillonarios están llevando a cabo desde Mayo de 2009 reuniones confidenciales en varios puntos de Estados Unidos. Su apelación no es teórica: es lo que ellos mismos están haciendo en sus propios casos, algo que está teniendo efecto inspirador. No están sólo pidiendo plata, sino que están introduciendo un concepto: sus fortunas no deben sobrevivirlos, más allá de lo que necesiten ampliamente sus familias, ya que es inmenso el impacto que ese dinero puede tener en la vida de otras personas. La palabra filantropía suena algo abstracta en nuestro país, pero su realidad es concreta: supone transformar, con efectos duraderos, la vida de quienes tienen muy poco o nada. Si tienen éxito, es posible que la iniciativa se convierta en la mayor recaudación de fondos para la filantropía que registre la historia.
Algo ha cambiado en la idea de estos filántropos: en primer lugar, no donan un pequeño sobrante de sus fortunas, sino lo central. No se trata del diezmo, no es una porción marginal. En el caso de Buffett, 99% de su fortuna será aplicada a tareas de inversión social durante su vida e inmediatamente después de su muerte. Buffett, en concreto, no desea que su fortuna lo sobreviva por mucho, no quiere dotar a una institución para la posteridad, sino que quiere invertirla en las necesidades de su tiempo. Este tipo de gente tiene la posibilidad de actuar con una eficacia filantrópica que pocos pueden equiparar, porque tienen los recursos monetarios y los mejores cerebros comprometidos en transformar la vida de quienes ya no pueden hacerlo por sí mismos por haber descendido bajo la línea de toda oportunidad. En cooperación con gobiernos y ONG, la idea tiene la posibilidad de llevar esperanza adonde ha desaparecido y de resolver problemas que a nadie interesan. Ningún laboratorio del mundo podría tener interés en desarrollar una vacuna contra la malaria, por ejemplo, porque no es un problema del mundo desarrollado. Cosa que sí pueden hacer estos fondos, salvando con ello millones de vidas.
¿Cuál es, en definitiva, la motivación para estas iniciativas filantrópicas? No es la compra de un pasaje barato hacia la eternidad, no es un lavado de conciencia, no es culpa, no es un pago de regalías al destino ni un impuesto que se paga, con un sentido disgustado de obligación, a la idea de justicia. Otra cosa parece impulsar esta idea. Es la comprensión del impacto inmenso que esos recursos pueden generar en la vida de millones de otras personas, comparado con la inutilidad -inmensa también, en términos relativos- de mantenerlos acumulados en el propio activo. Y es también un acto de agradecimiento, como ha señalado Buffett. Tal vez, en un registro más profundo, quien es tocado por una selección gratuita se ve desafiado a realizar un acto de reciprocidad y de respuesta ante el destino, un acto gratuito de la misma escala de lo que ha recibido. Aunque suene oneroso, es el intercambio final de gratuidad por gratuidad.
evnoailles@yahoo.com.ar
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lanacion.com | Enfoques | Domingo 11 de julio de 2010Warren Buffett, Bill y Melinda Gates se encuentran actualmente embarcados en una nueva tarea ( givingpledge.org ). Están invitando a sus pares, cientos de los principales millonarios norteamericanos, a que donen por lo menos la mitad de su fortuna para la filantropía. Para ello, estos supermillonarios están llevando a cabo desde Mayo de 2009 reuniones confidenciales en varios puntos de Estados Unidos. Su apelación no es teórica: es lo que ellos mismos están haciendo en sus propios casos, algo que está teniendo efecto inspirador. No están sólo pidiendo plata, sino que están introduciendo un concepto: sus fortunas no deben sobrevivirlos, más allá de lo que necesiten ampliamente sus familias, ya que es inmenso el impacto que ese dinero puede tener en la vida de otras personas. La palabra filantropía suena algo abstracta en nuestro país, pero su realidad es concreta: supone transformar, con efectos duraderos, la vida de quienes tienen muy poco o nada. Si tienen éxito, es posible que la iniciativa se convierta en la mayor recaudación de fondos para la filantropía que registre la historia.
Algo ha cambiado en la idea de estos filántropos: en primer lugar, no donan un pequeño sobrante de sus fortunas, sino lo central. No se trata del diezmo, no es una porción marginal. En el caso de Buffett, 99% de su fortuna será aplicada a tareas de inversión social durante su vida e inmediatamente después de su muerte. Buffett, en concreto, no desea que su fortuna lo sobreviva por mucho, no quiere dotar a una institución para la posteridad, sino que quiere invertirla en las necesidades de su tiempo. Este tipo de gente tiene la posibilidad de actuar con una eficacia filantrópica que pocos pueden equiparar, porque tienen los recursos monetarios y los mejores cerebros comprometidos en transformar la vida de quienes ya no pueden hacerlo por sí mismos por haber descendido bajo la línea de toda oportunidad. En cooperación con gobiernos y ONG, la idea tiene la posibilidad de llevar esperanza adonde ha desaparecido y de resolver problemas que a nadie interesan. Ningún laboratorio del mundo podría tener interés en desarrollar una vacuna contra la malaria, por ejemplo, porque no es un problema del mundo desarrollado. Cosa que sí pueden hacer estos fondos, salvando con ello millones de vidas.
¿Cuál es, en definitiva, la motivación para estas iniciativas filantrópicas? No es la compra de un pasaje barato hacia la eternidad, no es un lavado de conciencia, no es culpa, no es un pago de regalías al destino ni un impuesto que se paga, con un sentido disgustado de obligación, a la idea de justicia. Otra cosa parece impulsar esta idea. Es la comprensión del impacto inmenso que esos recursos pueden generar en la vida de millones de otras personas, comparado con la inutilidad -inmensa también, en términos relativos- de mantenerlos acumulados en el propio activo. Y es también un acto de agradecimiento, como ha señalado Buffett. Tal vez, en un registro más profundo, quien es tocado por una selección gratuita se ve desafiado a realizar un acto de reciprocidad y de respuesta ante el destino, un acto gratuito de la misma escala de lo que ha recibido. Aunque suene oneroso, es el intercambio final de gratuidad por gratuidad.
evnoailles@yahoo.com.ar
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